Guadalajara, en la región Occidente del país, históricamente ha sido la principal “proveedora” o “productora” de obispos en México; es decir, de líderes sociales-religiosos en una demarcación determinada del territorio nacional, quienes cuentan, cada uno, con un equipo de sacerdotes-colaboradores inmediatos a través de los cuales conducen comunidades, grupos, así como un “ejército” de mujeres religiosas consagradas al frente de otros grupos asistenciales (hospitales, orfanatorios, asilos, etc.) y sobre todo centros educativos.
Bajo el pontificado de Pío XII (1939-1958), de Guadalajara surgió el 30 por ciento de los 30 obispos que se promovieron durante ese periodo; Con Juan XXIII (1958-1963) esa misma proporción se mantuvo; pero a partir de Pablo VI (1963-1978), el porcentaje comenzó a caer hasta un 14.3%, manteniendo esa caída a 0 por ciento con Francisco, quien comenzó su pontificado en 2013.
El papa Francisco en un año ocho meses de gobierno ha nombrado once obispos, ninguno de Guadalajara. La “caída” porcentual de obispos surgidos de Guadalajara coincide con el surgimiento de nuevas diócesis. Mientras con Pío XII las diócesis o demarcaciones a cargo de un obispo no superaban las 40 en todo el país, a la fecha éstas son 92.
Por otra parte, con Juan XXIII y Pablo VI comenzó una nueva dinámica de promoción de liderazgos en la Iglesia: integrar en la estructura central de la Iglesia la presencia de liderazgos no europeos, con lo que en los países la dinámica fue similar: integrar como líderes a personas surgidas no de los centros tradicionales de poder.